martes, 21 de junio de 2016

Un hombre para cada momento...

Hace unos días charlaba con unas amigas de que una desea un tipo de casa según la etapa de la vida en la que se encuentra: Grande para recibir visitas, con muchas habitaciones (una para casa hijo), pequeña porque ya casaron los hijos, con patio grande, sin pileta para que no sea una cosa más para limpiar...
Y con los hombres es muy parecido: No importa la edad que tengamos, siempre nos va a gustar acompañada. Pero según la etapa de nuestras vidas que estemos viviendo, vamos a querer estar acompañadas de forma diferente. Lo que no quiere decir que cambiemos continuamente de pareja. Aunque puede ser una posibilidad, hay parejas que disfrutan de su relación desde hace muchos años y se pueden reinventar para volver a elegirse.
Durante la adolescencia, en la secundaria; tener un novio es sacarse la lotería. Comienzan las primeras salidas (o por lo menos así era en mi época): ir al cine, a merendar a alguna confitería, y para los jujeños ir a la famosa “Calesita”; generaban una excitación difícil de explicar y ni hablar si existía la posibilidad de estar solos.
Cuando llegas a la facultad, necesitamos emoción. No somos nenitas, pero tampoco grandes mujeres. Es una etapa de experimentación, pero también en la que esperamos conocer al elegido. Al hombre para toda la vida, que cuando creemos haberlo encontrado después tantas peleas en estado de ebriedad y saliendo de un boliche, decidís que no es el indicado.
Ya cerca de los 24, y después de varios años de conocer un poco más a las personas, te das cuenta luego de una fiesta de cumpleaños (a la que no fuiste invitada podría ser) conoces a una persona, a la que no le dabas ni dos mangos (como el dijera el marido de una amiga de una amiga) y después de unos meses te das cuenta que no querés pasar un día de tu vida sin él.
O te puede pasar también que justo estás en una etapa de desarrollo profesional y esta muy ocupada como para dedicarle tiempo a una relación. Pero lo que sí es cierto, es que ya sabes lo que queres. No tenés ganas de andar con vueltas, y queres las cosas como son. Sin nada de verso.
Si no hay compatibilidad por uno u otro motivo, y no se pueden superar, se pone fin a la relación y a otra cosa mariposa.
Llegamos a los 30! Por fin adultas. Ya las citas no son en boliches, sino en degustaciones de vino, de quesos… y hasta de pan casero.
Las salidas van cambiando y van adquiriendo un sabor diferente. La cocina comienza a tornarse en un ámbito importante. Para las casadas con hijos, es el lugar en el que menos queremos estar, y para las que están en el chichoneo, es el lugar perfecto para abrir una botella de malbec y dejar la comida a medio hacer.
Cuanto más pasa el tiempo sentimos que sabemos más del amor, y posiblemente sea así. De lo que si estamos seguras, es que no queremos hombres enrollados, ni que demanden demasiada atención. Queremos ser las protagonistas de nuestra propia historia de amor.

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